Cueva

  Y resultó que no estábamos solos, en aquella fría y oscura cueva habitaban unos extraños seres que parecía que habían venido del mismísimo inframundo. Miré a Timm, no podía ser que todo acabara aquí, en este lugar tan lúgubre e inhóspito, tan vacío y oscuro que no podías ver a más de un metro de tu cara. Era una habitación con una gran acústica, el eco de nuestros pasos reverberaba constantemente, lo cual hacía parecer que había gente por todos lados, había un riachuelo por el medio de la cavidad, por el fluía una pequeña cantidad de agua, en el techo se veían una siluetas que daban a entender que estaba plagado de estalactitas, pero la ausencia de estalagmitas en el suelo nos advirtió de que era un lugar bastante transitado para que no hubiera ni una en el suelo. Sólo podíamos escapar de ahí de una forma, y era avanzar y buscar otra salida, aquella avalancha nos tapó la entrada por donde accedimos. El lado bueno era que fuera lo que fueran esos bichos, aun no sabían que estábamos aquí. A Timm le entró un ataque de ansiedad y empezó a hiperventilar, entre eso y el poco oxigeno que había allí se desmayó casi al instante. Intenté reanimarlo pero resulto inútil, y de repente al mirar sus ojos cerrados, todo se hizo oscuridad.  

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